En la pregunta planteada en el titulo reside parte de un importante debate que debe dar la sociedad riverense sobre la gestión de sus espacios públicos.
Está en juego la calidad de vida de todos los riverenses y demás moradores de nuestra frontera, en particular en lo que tiene que ver con sus momentos de ocio, con la seguridad y con el modo mismo en que la sociedad se interrelaciona.
Estamos viendo con preocupación el modo en que vamos perdiendo casi “por asalto” nuestros espacios públicos ante la pasividad y omisión de las autoridades municipales de turno.
Cedemos espacios que deberían favorecer las relaciones sociales y una actividad pública sana para otras de carácter particular que generan espacios hostiles, promueven distorsiones y obstaculizan el desarrollo local.
No existe en esta frontera elemento más distintivo que su carácter de tal: de frontera.
Por eso los marcos localizados a lo largo de la línea divisoria, en sus diversas formas: el obelisco de plaza internacional, el del Cerro del Marco y otros han sido desde siempre símbolo para las ciudades de ambos lados.
Siquiera me voy a referir a los barrios de Rivera, carentes de espacios públicos adecuados donde desarrollar prácticas deportivas, culturales y recreativas sanas. Tampoco en el Centro donde se vienen recuperando espacios, donde el más emblemático es el de plaza Flores. Sin embargo es muy importante que a medida que recuperamos espacios no vayamos perdiendo otros. Se nos ha despojado del espacio privilegiado de Treinta y Tres Orientales y Sarandí no sólo con la connivencia sino a impulso del gobierno de turno. Hoy vemos con preocupación como toda una franja de la línea divisoria, a escasos metros de la Plaza Internacional, se viene transformando en depósito de chatarra, leña, y otras actividades que se apropian de un espacio (me refiero a la línea divisoria) que no sólo es de todos sino que debería ser jerarquizado como aspecto distintivo y catalizador desde el punto de vista del desarrollo turístico de esta frontera. No se trata en absoluto de desplazar lisa y llanamente a los vecinos que buscan su sustento sino de ejecutar proyectos adecuados de intervención, que incluyan la transformación de esos espacios, adecuadamente iluminados, limpios, seguros y atractivos para la gente.
Sobre el lugar en cuestión quiero decir además que se va constituyendo además en un potencial problema para el transito, con animales sueltos vinculados a las actividades que allí se practican, vehículos de todo tipo depositados en la vía pública sin cualquier tipo de señalización y una muy escasa iluminación. Ojala pueda sensibilizarse de esta realidad a autoridades municipales de ambos lados de la frontera que permanecen peligrosamente omisas en estos temas.
Está en juego la calidad de vida de todos los riverenses y demás moradores de nuestra frontera, en particular en lo que tiene que ver con sus momentos de ocio, con la seguridad y con el modo mismo en que la sociedad se interrelaciona.
Estamos viendo con preocupación el modo en que vamos perdiendo casi “por asalto” nuestros espacios públicos ante la pasividad y omisión de las autoridades municipales de turno.
Cedemos espacios que deberían favorecer las relaciones sociales y una actividad pública sana para otras de carácter particular que generan espacios hostiles, promueven distorsiones y obstaculizan el desarrollo local.
No existe en esta frontera elemento más distintivo que su carácter de tal: de frontera.
Por eso los marcos localizados a lo largo de la línea divisoria, en sus diversas formas: el obelisco de plaza internacional, el del Cerro del Marco y otros han sido desde siempre símbolo para las ciudades de ambos lados.
Siquiera me voy a referir a los barrios de Rivera, carentes de espacios públicos adecuados donde desarrollar prácticas deportivas, culturales y recreativas sanas. Tampoco en el Centro donde se vienen recuperando espacios, donde el más emblemático es el de plaza Flores. Sin embargo es muy importante que a medida que recuperamos espacios no vayamos perdiendo otros. Se nos ha despojado del espacio privilegiado de Treinta y Tres Orientales y Sarandí no sólo con la connivencia sino a impulso del gobierno de turno. Hoy vemos con preocupación como toda una franja de la línea divisoria, a escasos metros de la Plaza Internacional, se viene transformando en depósito de chatarra, leña, y otras actividades que se apropian de un espacio (me refiero a la línea divisoria) que no sólo es de todos sino que debería ser jerarquizado como aspecto distintivo y catalizador desde el punto de vista del desarrollo turístico de esta frontera. No se trata en absoluto de desplazar lisa y llanamente a los vecinos que buscan su sustento sino de ejecutar proyectos adecuados de intervención, que incluyan la transformación de esos espacios, adecuadamente iluminados, limpios, seguros y atractivos para la gente.
Sobre el lugar en cuestión quiero decir además que se va constituyendo además en un potencial problema para el transito, con animales sueltos vinculados a las actividades que allí se practican, vehículos de todo tipo depositados en la vía pública sin cualquier tipo de señalización y una muy escasa iluminación. Ojala pueda sensibilizarse de esta realidad a autoridades municipales de ambos lados de la frontera que permanecen peligrosamente omisas en estos temas.
J. Fabián Fontoura Cairello
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